El conocimiento mutuo juega, pues, en favor del placer cuando de sexo hablamos
Una persona educada sexualmente comprende cómo marcha su cuerpo, cómo y para qué se autoexplora, confirma su identidad, asegura su propia aceptación, poco a poco aleja los miedos, las culpas y las vergüenzas y fortalece su aptitud para gozar la actividad sexual.